miércoles, 2 de julio de 2014

UNA ESCENA ELIMINADA DE "EL CORAZÓN DE CAROLINA"

Hola a todos.
Cuando uno escribe una novela, escribe todo lo que cree que esa novela necesita.
Cuando la va a publicar, la relee y quita todo aquello que no necesita.
Es lo que me ha pasado con El corazón de Carolina. 
Esta escena es inédita y no aparece en la novela.
Espero que os guste.

                              Carolina sentía que su vida era un completo Infierno. Lo disimulaba. No podía decir nada delante de Teresa.
                              Deseaba poder gritar a los cuatro vientos que estaba enamorada. Por ese motivo, estaba sentada a la mesa del comedor.
                              Era la hora de la cena. La criada sirvió lacón con grelos.
                              Carolina se sentó al lado de Teresa. La joven se sintió insultada cuando el criado retiró la silla en la que solía sentarse. Se limitó a empujar la silla de ruedas hacia la mesa.
-¿Por qué no lo dice de una verdad?-escupió Teresa en cuanto el criado se retiró-¡Soy una maldita inútil!
                              Carolina miró con tristeza a su prima. En los últimos tiempos, Teresa se había limitado a compadecerse de sí misma.
                               Pero tenía mucha razón para obrar de aquel modo. Su vida había quedado truncada. Ya no era la misma joven que había sido antes de sufrir aquel espantoso accidente. Las piernas que había usado Teresa para correr estaban muertas.
                               La gente que estaba a su alrededor la compadecía.
                               Pero eso no era lo peor. Lo peor era que sus pretendientes la habían abandonado. Desde que sufrió el accidente, ninguno acudió a interesarse por ella. Le llegaron unos pocos ramos de flores. Pero aquellos ramos de flores dejaron de llegar cuando corrió la noticia por toda la isla de Tambo de que Teresa había quedado inválida.
-No eres ninguna inútil-le aseguró doña Alberta.
-¡No puedo caminar!-protestó Teresa.
-El médico buscará la manera de que vuelvas a caminar-le aseguró don Jaime.
-¡No quiero ver a ese maldito nunca más!-gritó Teresa.
                                  Carolina guardó silencio. Teresa no sentía la menor simpatía por Tomás. En su opinión, el médico no estaba haciendo nada por ayudarla a volver a caminar.
                                  Carolina se sentía culpable. Aquella tarde, se había visto a solas con Tomás.
                                  Se encontraron en la pequeña cala de la isla. Todavía podía sentir los labios de Tomás sobre sus labios.
                                   Recordaba cómo la había besado con tanta pasión que Carolina pensó que se desmayaría. Recordaba cómo se había atrevido a acariciarla por encima de la ropa. Fue ahí cuando se apartó de él, visiblemente avergonzada.
                                  Las mejillas de Carolina se encendieron con el recuerdo. Teresa no lo sabía. Pero, antes o después, acabaría sabiéndolo.
-El lacón está muy bueno-comentó.

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